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Luis F. Venegas

Twitter: l_venegas

Sitio: http://el-aprendiz.com/

 

Suelo escuchar que no importa conocer los idiomas en que se escribió la Biblia. Uno de los argumentos que más se mencionan es que Jesús predicaba a los sencillos de corazón y que para tener una relación personal con Dios no se necesita más que tener un corazón dispuesto. Algunas veces terminan citando aquello de “¿en dónde pararon el sabio y entendido? (1 Corintios 1:20ss)”. Esos hermanos activan su sensor de sospecha cuando escuchan a un predicador decir “en griego, este versículo quiere decir esto”. He escuchado a hermanos piadosos quejarse: “sólo falta que me digan que tire esta Biblia que me regalaron hace 15 años porque según ustedes está mal traducida”.

Vale la pena preguntarse por qué se ha llegado a menospreciar y ningunear el estudio serio de la Biblia. Me parece que muchas veces el quehacer teológico se ha alejado de la realidad cotidiana. Por momentos parece que los teólogos hablan un idioma oscuro, que se encierran en su torre de marfil a discutir sobre las variantes textuales en la perícopa deportiva del apóstol Pablo en el manuscrito E; mientras la Iglesia lucha por atender asuntos más “terrenales” como el aborto, la homosexualidad, el uso de las drogas. Además, estos especialistas suelen convertirse en guardianes cerrados de la tradición o en herejes iconoclastas. En cualquier caso, por desconocimiento, dan miedo, y entre más lejos de ellos, mejor.

Entonces, ¿importa saber al menos los rudimentos de los idiomas bíblicos? Mi respuesta no puede ser otra: sí. Absolutamente sí. Para decepción de propios y extraños, Jesús no habló en español, ni en el español de la versión Reina Valera ni en el español de la versión Dios Habla Hoy. Tampoco habló en inglés ni en cualquier otro idioma que no sea uno de los hablados en lo que hoy conocemos como Medio Oriente. Jesús no cantó los salmos como los grupos de pop cristiano modernos ni oró con el acento de los pastores sudamericanos de estos días. Es más, Jesús no leyó ni siquiera en formatos parecidos a los actuales: no había “libros” sino pergaminos, rollos. Nuestro Señor nació, creció y murió en el Oriente. Judío de nacimiento, de vida y de muerte.

El Maestro seguramente habló un tipo de idioma semítico que genéricamente llamamos arameo, idioma muy parecido al hebreo. Para complicar las cosas, la Biblia que hoy leen los cristianos tiene dos partes: el llamado Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. El Antiguo Testamento está escrito en hebreo, con algunas partes en arameo. Pero no es el hebreo que hoy se habla en Israel. Si usted va a algún centro de idiomas y se inscribe en un curso de hebreo, podrá leer el periódico de Tel Aviv, pero no el libro de Job. Con el Nuevo Testamento pasa algo similar: se escribió en griego, pero si usted se comunica hoy en Atenas y luego lee el evangelio según Mateo quizá se lleve la sorpresa de que le entenderá muy poco. Incluso si usted lee la Ilíada y la Odisea y todo Aristóteles, eso no le asegura que vaya a entender a cabalidad el texto del Nuevo Testamento. Saber hebreo y griego moderno no equivale a saber leer la Biblia en sus idiomas “originales”.

Suponga que ya conoce el idioma (gramática, ortografía, grafología), la siguiente pregunta lógica debiera ser: ¿qué tenía en mente el escritor bíblico (Dios, el Espíritu Santo) cuando escribió esto? A la tarea de aprender los idiomas bíblicos, hay que añadir la asignatura de investigar el entorno político, social y cultural de la época en la que se está escribiendo la Biblia. Es decir, darse un paseo por la historia. Eso también implica tener un conocimiento de otros idiomas. Pero recordemos que un idioma no sólo son palabras puestas una detrás de otra. Hay un mundo entero alrededor de cualquier discurso.

La empresa parece, a todas luces, titánica. Aprender cualquier idioma es un reto intelectual excepcional. Pero aprender idiomas que se dejaron de hablar hace cientos de años y que han evolucionado es casi heroico. Pero creo que no hay otra manera de estar realmente comprometidos con la vida espiritual cristiana. Si gran parte de la forma en que se entiende el cristianismo parte del entendimiento de las Escrituras, ¿por qué dejar como segunda o tercera opción el estudio de las lenguas en que originalmente se escribió? No veo más que flojera, mediocridad o intereses oscuros en posponer el estudio en serio de los idiomas bíblicos.

“Pero, hermano, Jesús se comunicó con los sencillos en su propio idioma”. Sí, justo por eso: el idioma de esos sencillos de esa época no era el español. Y si yo soy sencillo, debiera entender lo que el Maestro enseñó a ellos. Jesús sigue hablando hoy y lo hace de manera espiritual. Pero no veo la forma en que pueda recibir toda la gracia espiritual si estoy sordo ante el evangelio que se escribió y transmitió en griego. No veo cómo disfrutar o criticar a un grupo de música si no lo escucho en su propia voz. Es como decir que no me gustan los Beatles porque escuché a un grupo mexicano cantando en español Obladí obladá.

“Pero, hermano, ya existen los especialistas en eso. Sólo vea todos los eruditos que han traducido y editado esta versión de la Biblia. No sea arrogante”. No es arrogancia dejar de depender de la interpretación de otro. Si yo aprendo a arreglar mi bicicleta, dependeré cada vez menos de un mecánico. Además, ese mecánico no me timará. Y este es el gran problema del cristianismo moderno: dependemos de la interpretación de otros. Y creemos que esos otros no tienen más interés que evangelizar y hacer clara la Biblia “tal como se escribió”. Esto es ser un poco ignorante y muy ingenuo.

La historia de la Iglesia cristiana está llena de ejemplos en los que los supuestos ministros de Dios sólo quisieron trasquilar a las ovejas. Hubo una época en que sólo los autorizados, los que tenían permiso de la santa madre iglesia podían leer la Biblia. La reforma protestante intentó cambiar eso. En parte lo logró. Pero con el paso de los años, las comunidades protestantes divinizaron sus traducciones: si no lo dice la King James, no lo creo. Si mi Reina Valera lo dice, yo lo creo. Luego vinieron los traductores que se dieron cuenta de las barbaridades doctrinales que ciertas traducciones producían. De buena voluntad hicieron “paráfrasis”: lo que el autor quiso decir es esto. Hay que dar un voto de confianza en que esos traductores no sólo son buenos en traducir, sino en parafrasear, y que esa paráfrasis sea lo que Dios quiso decir y no lo que sus comunidades y agendas ideológicas quieren que el texto diga. Y yo, ignorante del texto hebreo, les debo creer. Les creo: ahora soy un moderno cristiano que ahí donde dice “hombre” yo digo “humanidad” porque así está escrito en mi muy actual traducción.

Muchas de las aberraciones, abusos y fraudes de sectas cristianas se habrían evitado si el que escucha el sermón del predicador supiera lo mínimo de hebreo y griego. Otras guerras no habrían estallado si coincidimos en que algunos pasajes tienen más de una interpretación lógica y doctrinalmente coherente. Por supuesto que depender de otros no está mal. El problema es quiénes son esos otros y por qué traducen como traducen y por qué una iglesia elige una traducción y no otra. Por ejemplo, yo estuve en una secta que usaba la versión Dios Habla Hoy. Por años no tuve ni la remota idea de qué cosa era la gracia en parte porque esa secta se caracterizaba por el legalismo, autoritarismo y chantaje emocional. Pero en parte porque esa versión utiliza muy pocas veces la palabra “gracia”. Cuando leí otras versiones y estudié algo de griego, las piernas de la secta se hicieron de lodo y todo se vino abajo.

Pero volvamos al punto inicial. Es importante estudiar los idiomas en los que originalmente se escribió la Biblia porque el creyente tendrá un mejor entendimiento de la vida espiritual, porque no dependerá de los errores de otros, porque se supone que estamos llamados a ocuparnos en las cosas del cielo y porque se nos pide que analicemos todo lo que se nos dice. Eso hicieron, por ejemplo, los judíos que escucharon a Pablo en Berea. Revertir el proceso y hacer teología desde la ignorancia de los idiomas bíblicos es peligroso. ¿Cómo hacer exégesis y hermenéutica de un texto escrito en griego desde mi mente moldeada al español? O es demoniaco o es insensato, pero en cualquier caso es peligroso.

Quisiera terminar diciendo que todo es fácil. Pero no lo haré. Usted debe buscar escuelas, maestros, programas de estudio, libros que enseñen, mínimo, hebreo y griego. Y debe procurar un tiempo para su estudio serio y formal. No es porque quiera ser mejor que otro hermano. Al fin y al cabo, ambos son salvos. No. Se trata de tomar en serio aquello de ser siervos del Señor Jesús. ¿Cómo voy a obedecerlo si no entiendo lo que me dice?

      Señales de iglesias espiritualmente abusivas

La escritora Mary DeMuth escribió una lista muy interesante sobre iglesias espiritualmente abusadoras. En mi artículo pasado escribí sobre las sectas y considero que las sectas son abusivas por definición. Pero hay iglesias que, sin ser sectas, presentan síntomas muy parecidos. Cada cristiano debería estar atento a este tipo de señales.

Aquí mi traducción de la lista de DeMuth:

 

  • Tienen una visión distorsionada del respeto

Olvidan el refrán de que el respeto se gana, no se impone. Los líderes abusivos demandan respeto sin haberlo ganado por su forma de vida honesta y buena.

 

  • Demandan lealtad como prueba de la lealtad del seguidor a Cristo

Es su camino o no hay camino. Y si un seguidor se desvía, es culpable de desviarse de Jesús.

 

  • Uso de un lenguaje de exclusividad

 “Somos el único ministerio que realmente sigue a Jesús”. “Toda nuestra teología es correcta”. Creen que su manera de hacer las cosas, de pensar teológicamente o de tratar el ministerio y la iglesia es la única manera correcta. Todos los demás están equivocados, desviados o estúpidamente inocentes.

 

  • Crean una cultura de miedo y vergüenza.

Frecuentemente, no hay gracia para alguien que falla en las expectativas de la iglesia o el ministerio. Y si alguien se sale de las reglas, frecuentemente no escritas, los líderes los avergüenzan para que entren en razón. No pueden admitir las fallas pero frecuentemente buscan las fallas en los otros y usan eso para mantenerlos en miedo y esclavos. Frecuentemente citan Escrituras sobre no tocar al ungido del Señor o de acusar a los ancianos. Pero ellos frecuentemente confrontan el pecado en otros, particularmente en los que traen asuntos legítimos de la Biblia. O dejan que su círculo de influencia traten este tema y silencian las críticas.

 

  • Generalmente tienen un líder carismático al frente que inicia bien pero que cae en la arrogancia, proteccionismo y orgullo

Un líder puede iniciar mostrando interés en los problemas de los otros o tratando personalmente a los hermanos, pero él/ella poco a poco se retira a un pequeño grupo de personas que a todo dicen que sí. Se aísla así de las necesidades de los demás. Cultiva un culto a la personalidad, es decir, enseña que si él/ella se va del ministerio o de la iglesia, todo se vendrá abajo como si el sistema dependiera por completo en una persona.

 

  • Cultivan una dependencia hacia uno o varios líderes para que reciban información espiritual

El discipulado individual no se estimula. Con frecuencia, la Biblia se queda en las fronteras que el líder principal establece y enseña.

 

  • Demandan servicio de sus seguidores pero ellos viven vidas llenas de privilegios y lujos

Viven al margen de sus seguidores y justifican sus extravagancias como muestras del favor y la aprobación de Dios a su ministerio. A diferencia de las instrucciones de Jesús de tomar el último lugar, ellos más bien se sientan en los primeros asientos en los eventos y patios de otros para que les den privilegios.

 

  • Se esconden de la crítica al tener gente cercana que sólo obedecen al líder.

Ven a quienes traen problemas como enemigos. Aquellos que una vez fueron amigos/aliados rápidamente se vuelven enemigos una vez que plantean una preocupación. Algunas veces esas personas son desterrados y condenados a guardar silencio o serán acusados de rebelión.

 

  • Exaltan un desempeño externo pero rechazan la espiritualidad auténtica

Imponen a sus seguidores a actuar de cierta manera, vestirse de una manera aceptable y tener un estilo de vida aceptable.

 

  • Utilizan la exclusividad sólo si les obedecen

Followers close to the leader or leaders feel like insiders. Everyone else is on the outside, though they long to be in that inner circle.

Los seguidores cercanos al líder o a los líderes se sienten iniciados. Todos los demás son externos a pesar de que quieran estar dentro del primer círculo de los líderes.

 

Hasta aquí la traducción. Ahora, ¿cuántos de estos síntomas hay en su ministerio/iglesia? ¿Cómo cree usted que Dios pueda cambiar ese ambiente? ¿Qué papel debiera jugar usted? Algunos han estado en esa situación y es un sentimiento opresor porque las opciones implican dolor: por una parte, usted puede decidir alejarse, pero, la misma culpa que le han inculcado, lo hará sentir cobarde y traidor. Por otra parte, puede quedarse, pero si levanta la voz, será visto como desobediente, rebelde y hasta amargado. En cualquier caso, mi sugerencia es simple: espere pacientemente que Dios le muestre el camino a seguir. Y una vez que así sea, ¡no se detenga! Su Padre siempre lo cuidará.

Si quiere revisar el artículo original, puede leerlo aquí:  http://www.churchleaders.com/pastors/pastor-articles/155481-10-ways-to-spot-spiritual-abuse.html

Uno de los temas más difíciles de tratar es el de las sectas. Para empezar, la palabra en tiene una carga negativa aunque no sea necesariamente así. En los estudios sociológicos, por ejemplo, se habla de sectas como una clasificación de grupos religiosos. En inglés hay una palabra que sí tiene una carga negativa, incluso de peligro: “cult”. No tiene sentido traducirlo al español porque la palabra “culto” tiene otro significado diametralmente distinto. Acá si alguien dice “voy al culto” no está diciendo que va a una secta peligrosa sino simplemente que ve a un servicio religioso.

Digamos entonces que cuando decimos “secta”, de manera general, nos referimos a grupos cerrados que abusan del individuo y que de hecho, se colocan encima del individuo: “el grupo (iglesia) es más importante que el creyente”. Estas sectas transformarán al individuo, lo harán renegar de toda su vida pasada, lo harán sentir mejor y único. Antes estaba en una cloaca y ahora está en el paraíso en la Tierra gracias a la secta. Por lo tanto, su vida, su tiempo, su dinero le pertenecen a la secta. Los que quedan atrapados en estos grupos tienen un miedo tremendo a estar fuera porque eso significa perder todos los supuestos privilegios que hoy tienen. Expulsar a un miembro de la secta es quizá el peor de los castigos que se pueda concebir. El congregante de esas sectas le debe todo a su secta… y a sus líderes.

Los líderes de las sectas suelen ser carismáticos y no en el sentido bíblico sino a la manera que clasificó el sociólogo Max Weber una de las fuentes del poder. Es decir, los líderes apelan a una revelación personal, única y exclusiva. Aunque no es la regla, la gran mayoría de esos líderes ven con desconfianza a quien estudia e investiga en las Escrituras. Su interpretación es la única. Ellos tienen la verdad. Tener acceso a ellos significa estar más cerca de las nuevas revelaciones. El adepto a la secta está ansioso si el líder no lo ve, no lo saluda, no lo considera. Y al revés igual: “el amado líder me saludó, se acuerda de mi nombre, oró por mi”. La estructura de liderazgo puede dar la impresión de ser abierta pero no lo es. Hay un pequeño grupo, si no es que sólo hay un único y exclusivo líder, cerrado, elitista y enquistado en el poder. Enseñan que dirigir una iglesia no es un asunto democrático y que ellos han pasado sacrificios inenarrables: no sólo tienen una revelación divina única, se la han ganado. Cualquier intento de crítica, de cambio es visto como traición, herejía, meterse con el ungido. Muchas veces el crítico termina siendo el criticado y los errores del líder son en realidad, los errores de los testigos: la secta es perfecta, los imperfectos son los sectarios.

 

En todo esto hay una distorsión de la realidad, de la historia, de la Biblia. Llegar ahí requiere grandes dosis de manipulación, de ambición por el poder y de inyectar miedo, mucho miedo. Los enemigos de las sectas no son los ateos sino el mundo religioso. La secta enseña que todas las otras expresiones religiosas están equivocadas y que son esas iglesias las responsables del lamentable estado de cosas del cristianismo. El discurso de la secta es de reivindicación, de rescate, de salvación del mundo religioso. Hay sectas que afirman que son las sucesoras del cristianismo del Nuevo Testamento, que son las que rescatan a quienes traicionaron ese cristianismo por ahí del siglo II. Hay sectas que salen de otras sectas porque la secta madre se desvió. Si el mundo está en oscuridad es porque los hijos de la luz se han apagado: la secta encenderá ese mundo. Su problema, su enemigo real es la religión fría, tibia o mediocre.

Generalmente, las sectas no tienen teólogos. A los líderes les conviene la ignorancia porque eso provoca dependencia. El congregante de una secta depende de los líderes. Si el líder no sabe griego o hebreo es mejor. Dicen que son esos “maestros hipócritas” los que han desviado al pueblo. El que conoce algo más que el promedio siempre es sospechoso. Desde el púlpito se lanzarán invectivas en contra de “los sepulcros blanqueados”. No usarán la palabra “hereje” porque saben que ellos mismos lo son, pero la esencia es la misma: los traidores son los peores porque, habiendo saboreado las mieles de la secta, se fueron. Son herejes dentro de herejes, peligrosos porque sus palabras pueden desviar el corazón de los hermanos… y, claro, los líderes tendrían poco o nada que hacer.

¿Se puede reformar una secta? No. Al contrario de lo que dice aquella ley física, una secta se crea y se destruye, pero no se transforma. Y no lo hace porque al hacerlo caerán en la categoría de lo que siempre han criticado. Vista desde dentro, una reforma siempre es una traición: para ellos, reformar la secta es volverla tibia y rebajarla al nivel de los religiosos hipócritas que ellos detestan. Reformar es un síntoma de debilidad. Muchos congregantes, azuzados por los líderes, dirán que eso de reformar es de cobardes o de traidores. Incluso cuando se les demuestre que están en un peligro, ellos van a hacer referencia a su sucia vida anterior y la compararán con el paraíso donde viven hoy. “No veo a los hombres” se convierte en una frase escudo, en un mantra que los cubre de cualquiera que les quiera enseñar lo obvio: han abusado de ellos.

Hay varias prácticas dentro de la secta disfrazadas de convicción y de Biblia:

  • no se pueden casar con gente que no sea de la secta (“qué tiene en común la oscuridad con la luz”)

  • dar dinero a la secta es dárselo a Dios (“compartían todo lo que tenían”)

  • criticar a los amados líderes es meterse con Dios (“maldito el que se oponga al Ungido del Señor”)

  • dejar de participar en sus reuniones es pecado mortal (“no dejen de faltar a las reuniones”)

  • juntarse con otros cristianos los hace perder su cristianismo (“no le den perlas a los cerdos”)

  • reclutar a más miembros para la secta es salvar el mundo (“vayan y hagan discípulos”)

  • quien no nos apoya está es nuestro enemigo (“el que no está a nuestro favor…”).

  • si quieres regresar, debes pedir perdón a la secta (como el hijo pródigo).

La lista es larga y algunas sectas suben el nivel de exigencia o ponen nuevas reglas. En todo caso, hay un disfraz de cristianismo detrás de sectarismo.

Justo porque “parece” cristiano, es difícil ayudar a personas que, para colmo, han sido intoxicadas con el miedo, el castigo, la represión si piensan diferente a la secta. Ni siquiera ayuda pedirles que ellos mismos busquen información porque sus líderes les han enseñado que esa información es mala información propagada por enemigos y por traidores. Por ejemplo, cuando se habla de manipulación, ellos dirán “¿a quién de ustedes hemos obligado para hacer tal o cual cosa? ¿A quién le pusimos una pistola en la cabeza para que dijeran que sí?”. Les han Enseñado que dejar la secta es como morir de hambre. La dependencia es tal, que cualquier cosa mala que les pase es un castigo de Dios por dejar a los iluminados.

Yo diría que hay tres formas de ayudar al hermano atrapado en la secta.

  • Orar

Dios no deja sin escuchar a su pueblo. Los que lo buscan lo van a encontrar. El cristiano debe orar por los hermanos de las sectas. Por paciencia. Por amor.

  • Informar

Hay que propagar las Escrituras. Informar sobre las creencias históricas del cristianismo, sobre las varias interpretaciones de diferentes pasajes bíblicos. Enseñar los horrores del sectarismo en diferentes momentos de la historia. Convertirse en un maestro cristiano.

  • Ser luz

Quizá sea la herramienta más eficaz y más compleja. Si queremos mostrar la densidad de la oscuridad de las sectas, debemos iluminar con nuestra vida espiritual. Mostrar la luz y no sólo mencionar la luz. Ser uno mismo el evangelio del amor, la libertad, la gracia, el perdón. Demostrar, con nuestra vida plena, que la secta es prima-hermana del demonio.

En cualquier caso, sólo el amor, la paciencia y el perdón podrán desenmascarar las diferentes caras del sectarismo. No es una tarea sencilla ni popular. Pero Dios sabe honrar a los que trabajan por la palabra.

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